
Esta saga policíaca ya se está desarrollando como serie, pero le cuesta sostener un largometraje de dos horas.
Al recorrer las opciones de Netflix, es fácil suponer que el mercado de las series policíacas con garra nunca dejará de expandirse. A finales del año pasado, Variety informó de que el gigante del streaming había adquirido los derechos globales del thriller Sky High, un éxito de taquilla en España protagonizado por Miguel Herrán, un joven actor conocido por sus papeles en series de Netflix como la mega-popular Money Heist y Elite, en el papel de un mecánico novato convertido en ladrón empedernido en Madrid. El plan, tal y como se describe brevemente en el artículo, es estrenar la película en la plataforma y, posteriormente, lanzar una versión en forma de serie, que «retomaría el camino de la película», lo que constituye el último ejemplo de un sistema de gestión de la propiedad intelectual bien afinado.
A nivel de estrategia general, todo esto tiene sentido; a nivel de visionado, puede ser frustrante. Mientras veía Sky High, que no debe confundirse con la película de superhéroes para niños de Kurt Russell del mismo nombre ni con el drama policíaco en español de Netflix de título similar, Sky Rojo, me sorprendió cómo ciertos elementos de la película -los personajes poco dibujados, los gestos de autenticidad, la paleta de colores desaturados, el énfasis en el blanqueo de dinero y en ser «legal»- me recordaban a otras innumerables series policíacas de la era del streaming. Con su falta de forma narrativa y su trama repetitiva, Sky High da la sensación de estar viendo un par de episodios aleatorios de una serie que se presenta como una película. Se producen importantes saltos en el tiempo, sobre todo cuando la película llega a su fin, pero los cambios temporales apenas se registran.
El director Daniel Calparsoro filma esta saga machista, que sigue a Ángel (Herrán) mientras evade a la policía mientras comete una serie de robos con sus amigos y socios, con un estilo muy trabajado que enfatiza lo genérico sobre lo específico. Los atracos en sí suelen consistir en estrellar un coche contra el escaparate de una tienda, destrozar vitrinas y meter todas las joyas que se puedan en una bolsa antes de que llegue la policía. (No se trata de los llamativos y elaborados trabajos que se encuentran en una película de Ocean’s o en el reciente éxito de atracos de Netflix, Lupin). Algunas de estas secuencias se omiten o se cortan en el montaje, pero Calparsoro se da tiempo para una travesura ligeramente entretenida en un barco hacia la mitad de la película. ¿Será este repentino pico de suspense suficiente para recapturar tu atención? Probablemente no.
Como suele ocurrir con estos dramas criminales, los actores encuentran pequeños momentos para inyectar vida a los ritmos familiares. El romance central entre Ángel y Estrella (Carolina Yuste), que les hace pasar de jóvenes amantes a amargos aliados, es una buena oportunidad para que Herrán y Yuste muestren su encanto natural, su química desenfadada y sus dotes dramáticas. Una escena ambientada en un restaurante abarrotado en la que Ángel revela cruelmente a Estrella que se va a casar con otra mujer, y que rápidamente se convierte en una discusión muy pública, tiene una chispa de la que carece el resto de la película. Si una versión de la serie ambientada en este mundo tiene alguna ventaja, es que los intérpretes tendrían más espacio para estirarse en escenas como ésta. Pero, después de una película tan deslucida, es difícil imaginar que muchos espectadores estén entusiasmados por ver el siguiente capítulo.